- ¡Lo de esta noche será mucho más que un partido, Ángela! El partido de la era dicen en la prensa y tienen toda la razón. Nunca antes se había llegado a un clásico con esa igualdad de equipos superiores, varios peldaños por encima del resto. Con las grandes estrellas en plena forma y marcando las diferencias - le explicaba entusiasmado.
- Ya Paco, ya, no paran de hablar de ese maldito partido a todas las horas- añadió Ángela de manera fría y pasota.
Hacía tiempo que Ángela estaba resignada en su matrimonio. Sus intereses, necesidades, sentimientos, eran inadvertidos por su marido los días de fútbol. La Liga, la Champions, la Copa, el Mundial y demás competiciones, que parecían extenderse por el calendario como una plaga, quitándole hojas a su vida.
Paco se atavió con su elástica de Cristiano Ronaldo, aunque luciendo barriga a lo Di Stefano, y es que la cerveza era, la perpetua acompañante femenina de cada tarde-noche de partido. Salió de casa optimista, le escurrió un beso rutinario a Ángela y se despidió aconsejando que se acostara cuando quisiese, puesto que después del partido tomaría "unos cacharros" con sus amigos.
- Adiós Paco, suerte - le dijo Ángela sin gota de energía y bajando la mirada.
Al casarse nunca hubiera imaginado que, su siempre atento Paco, pudiera cambiar tanto. Sus conversaciones se habían vuelto vacías, los temas eran tan escasos como superficiales: el trabajo, cotilleos de conocidos y quejas familiares. Ni siquiera discutían.
Hacía tiempo que ella entraba en los chats para matar todo ese tiempo que disponía de soledad. Ella soñaba con otras estrellas, con otras galaxias, le encantaba el juego bonito de las palabras. Había flirteado ya con varios hombres y jóvenes, pero su rígida moral católica y su inquebrantable fidelidad a Paco le habían impedido ir a más. Se desvelaba frecuentemente por las noches, le rondaban fantasías muy variadas y se sentía culpable. Algunos días aprovechaba la ducha matinal para apagar el deseo que su mente generaba a raudales.
Paco marchaba dos horas antes del partido, puesto que era "importantísimo" ver el previo y "calentar motores". Ella, encendió rápidamente su portátil y entró en el messenger. Su corazón se encogió al leer su nick; era su amor prohíbido, toda su ilusión en los últimos meses. Ella sintió la necesidad de cruzar la frontera y le pidió que cogiera un metro hasta su casa. Su corazón se aceleró, como si fuese a disparar un arma, ardía de deseo, por lo que decidió darse una ducha en el tiempo de espera. Todos sus principios rígidos se colaron por el desagüe, estrenó braguita y se puso un camisón de tacto estremecedor.
Al abrir la puerta se quedó cariacontecida, él no era como ella esperaba, no sabía si era más o menos atractivo de lo que había visto en las fotos que se intercambiaron, simplemente diferente. Sorprendido, el joven apenas atinó a decir - en.. en.. encantado Ángela.
- Pa.. pasa, no te quedes ahí, dijo ella con la culpa de vuelta. Charlaron y los nervios iniciales pasaron, sus gestos volvieron se cómplices, estaban tecleando directamente en el corazón del contrario, las defensas quedaron entonces desguarnecidas . Las palabras bonitas del muchacho erizaron la piel de ella, otra vez sintió ese fogoso deseo, y le espetó un largo abrazo, frotando su cuerpo contra él; había llegado el momento clave del partido.
Mientras tanto, Paco voceaba eufórico, increpando al árbitro y a los azulgrana. Quedaba poco tiempo para finalizar el partido y estaba sucediendo lo que había deseado que pasase toda la semana, ganar en el Camp Nou. Palmadas cómplices y abrazos con sus colegas, llevaba mucho tiempo esperando este día.
En ese mismo instante, su mujer apretaba el abrazo para sentir la cambiante morfología del cuerpo de sus desvelos. Su contrincante, inesperadamente, se negó a rematar a puerta, espetando un "no estás preparada". Le besó la frente y se fue escurridizamente, al borde de explotar por la excitación.
Final del partido. Paco volvió muy feliz, embriagado con el alcohol, el juego y resultado de su equipo. Era el día más importante de su vida, y tanto que lo era. Ángela se hizo la dormida al escuchar la cerradura.
El juego defensivo del joven de sus fantasías había supuesto una victoria, la de su corazón. De haber atacado, no hubiera pasado de un desliz anecdótico, pero su respeto le había catapultado a lo más alto de su clasificación, en la que a partir de aquel día sólo habría un equipo.
Y así se convirtió en mucho más que un partido, el partido de la historia (y el final de otra).
¡Ahora os dejo, voy a ver como ha quedado el derbi!